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El colegio surge de la Institución Libre de Enseñanza. En otras palabras, el colegio tenía una estrategia de pedagogía abierta y a la vez enseñaba cada una de sus materias de forma directa.  Aunque había mucha libertad, estudiantes y profesores reconstruían las reglas, enfocándose en la enseñanza, privilegiando la libertad de cátedra y la creación de novedosos medios propios para la transmisión de los distintos saberes En ciencias, por ejemplo, además del trayecto curricular, compartir el conocimiento era una norma básica. En el colegio, política y religión permanecían ajenas a la enseñanza, creando un criterio de neutralidad para poder desarrollar un pensamiento sin ataduras al pasado. 

El objetivo del colegio no era solo enseñar a los muy capacitados, sino que también buscaba integrarlos y que formarán parte de una comunidad bien educada. Su cometido era la labor social de mejora de la vida, apuntando a una educación integral del individuo. Por ello, complementaban lo estrictamente académico con la  práctica de deportes y la formación humanista: teatro, literatura, arte, así como una importante participación en conferencias, tertulias, charlas, etc.

 

El colegio estaba lleno de espacios diseñados para que los estudiantes pudieran avanzar en sus estudios: bibliotecas, laboratorios, jardines, clases de idiomas libres, etc. Cada uno de los estudiantes tenía libertad al diseñar su acceso a la cantidad de estudio: dependía de la responsabilidad personal, de sus deseos y de las posibilidades de avanzar.

 

Todos los estudiantes en esa residencia eran obviamente muy inteligentes y seguían el curso académico sin mayores problemas. Por esta razón, los profesores estaban al día con la cantidad de información que tenía que ser enseñada de acuerdo al curriculum.

 

La residencia fue -y es- conocida como uno de los espacios más abiertos a las corrientes modernas de pensamiento y pedagogía.

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